viernes, 18 de febrero de 2011

Oviedo (5/10)



Breve nota sobre este clásico restaurante top de Buenos Aires. No es nada fácil evaluarlo hoy en día. Se come bien, pero tiene estas negligencias típicas de los grandes demasiado convencidos de que nunca podrán  perder su lugar en la cumbre.

El servicio, sinceramente, es mediocre: venta sin elegancia, soberbia, mala educación generalizada y falta de profesionalismo. ¿Ejemplos concretos? Servicio de vinos muy poco atento, confusión en los platos pedidos, sonrisas forzadas bastante desagradables, desorganización y discusiones entre camareros en el medio del salón, una camarera que busca mocos en su nariz mientras los comensales estudian la carta... Asesoramiento facho: suerte que a mi me gusta el atún rojo vuelta y vuelta porque el camarero no te pide tu opinión en cuanto al punto de cocción, te avisa que “así se prepara”. Ni quiero pensar en el desprecio que debe sufrir un pobre tipo que pide su pescado bien cocido. Además, si quieren hacerse los expertos, deberían saber que el lomo de atún rojo no se sirve con cuchillo de pescado, sino de carne.

Otro síntoma del restaurante exitoso que pierde, con el tiempo, su nivel de exigencia: los faltantes. ¿Ravioles de cordero? No hay. ¿Entraña? No hay. ¿Lenguado? No queda. Está bien: hay que trabajar con mercadería fresca pero una carta bien hecha, de estación, y en un restaurante que aplica semejantes tarifas no debería tener tantos “agujeros”. En realidad no debería tener ninguno.

Sin embargo, allá en la cocina, trabajan bien. Los productos son buenos. Los platos sencillos, pero bien pensados y bien realizados. El atún rojo, justamente, con su salsa de wasabi, está muy rico. Realmente. Los chipirones a la plancha, de entrada, también están justos. Y esto es más que respetable en una ciudad como Buenos Aires, en donde a pesar de un cierto cambio de mentalidades, sigue siendo todo un desafío encontrar pescado fresco. El postre, una crème brûlée, es muy banal y su calidad es pasable.

La carta de vinos no es lo que esperaba. Supuestamente una de las mejores cavas de la ciudad, pero tiene pocas etiquetas originales. Los precios de las botellas son correctos.

Pero cuando la cuenta final llega, pega fuerte. La "dolorosa" como la llamamos en Francia sí que lo es. Es demasiado caro. $370 para dos con vino. Entiendo que hacen un trabajo real para conseguir buenos pescados. Pero este dato, solo, no llega a justificar las tarifas de Oviedo. La calidad limitada del servicio no ayuda a digerir la cuenta.

¿Hay que ir? No sé. Por algo ahora van más turistas que locales. Oviedo es un restaurante rentista que vive de su fama. ¿Hasta cuando?

Oviedo
Beruti 2602 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: 4821-3741/4822-5415
Tipo de comida: pescados y mariscos. Cocina bastante clásica pero bien realizada.
Precio: Caro. Contar $80 un plato principal. El vino tiene precios accesibles.
Mi recomendación: para comensales adinerados, con ganas de comer pescado, y que no se sienten molestos sentados en un restaurante súper turístico. Son muchas condiciones, pero sí se come bien...

martes, 25 de enero de 2011

El Almacén de los Milagros (2,5/10)


Que este restaurante este vinculado a un proyecto social en la provincia de Tucuman es una linda cosa. Pasa que no precisan en que medida lo que uno paga ahí termina concretamente ayudando los niños allá. Es un poco confuso: los mozos cobran sueldo, los cocineros también, y los dueños tienen que ganar su vida. ¿Entonces, como es la cosa? Leyendo el panfleto social que figura en la carta, uno podría creer que cada cucharada de torta comprada en el lugar, o cada frasco de aceite adquirido en el almacén (ya que el resto propone también a la venta productos tucumanos) permite luchar contra la miseria del mundo.

En realidad no se sabe muy bien como funciona todo pero diré lo siguiente: algo es algo, y que un restaurante (¡de la Recoleta!) se de cómo objetivo, más allá de las ganancias clásicas, dar un poco a una asociación, es una cosa positiva. Que use esta iniciativa social para hacer un poco de marketing, porqué no. Solamente espero que lo que el Almacén hace para dicha asociación este a la altura de lo que hace la asociación para el Almacén en términos de argumento de venta social-bobo.

Yo prefiero juzgar lo que comí. La carta me gustó: corta, coherente, con una propuesta bastante orientada hacía la pasta. Bien. Camareros simpáticos. Y pensé: ¡quizás tengo aquí un buen lugar para almorzar en la Recoleta (no hay tantos)!

Lamentablemente la realidad del plato no miente: pasta bien cocida pero banal, salsa insípida. Y servicio lento. Y precio no tan barato. Ambientación: más o menos, lo de siempre bistro simili-fashion-paredes-blancas-cuadros-étnicos. Para contentar su responsabilidad social, es más sabio dar dinero directamente a una asociación, y comer mejor en otro lugar. Ya que el barrio no desborda de buenas opciones, y esperando que me haya tocado un día mediocre, lo dejo sin embargo casi recomendado para los aventureros. Puede ser que se pueda, quizás, comer eventualmente bien en este Almacén. Sería un milagro pero ¿quién sabe?

El Almacén de los milagros
Pres. Manuel Quintana, Av. 210 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: 48 14 05 33
Tipo de comida: carta focalisada sobre las pastas pero algunas opciones de platos clásicos de los "bistrots"de hoy (la onda "bondiola de cerdo con miel" o "mousse de maracuya")
Precio: A más de $40 el plato, estamos hablando de un lugar caro, pero se trata de la Recoleta...
Mi recomendación: intentarlo si están en la zona... ¿quién sabe?

lunes, 24 de enero de 2011

Gabo (3/10)



No sé que pasa con la guía Oleo. Cuando leo los comentarios sobre un lugar, parece que cada persona ha conocido un resto diferente. Uno dice que estuvo rico, otro que no, uno dice que es caro, otro que es muy barato, uno que las porciones son abundantes, otro que se cagó de hambre. ¿El servicio? Excelente… perdón, el comentario anterior dice que pésimo. ¿La ambientación? Soberbia… perdón rústica… perdón fea…

Esta guía me parece que no orienta a nadie. Nos pierde a todos. La realidad es que ir al restaurante es una experiencia muy personal. Desde el punto de vista del comensal, seguro: una persona que ahorra meses para pagarse una cena en la Bourgogne seguramente no opinará lo mismo que un millonario ultra cansado de la vida y de los palacios. Todos tenemos nuestros prejuicios. A mi, por ejemplo, no me gusta ver los mozos al pedo sentados en una mesa del salón cuando entro, no me gusta el cocinero que se fuma un pucho delante de la entrada, no me gustan los “chivos” gastonómicos tipo cartel “Bodega Fin del Mundo” o sillas “Coca-Cola”, tampoco me gustan las cartas largísimas sospechosas en cuanto a la frescura de los productos. Y sí me gustan, por ejemplo, los cubiertos bien colocados, las lindas copas para el vino, la limpieza del baño, el uniforme impecable del cocinero, las cartas sobrias y directas, sin blabla. Este conjunto de prejuicios influye mucho la opinión, más allá de la calidad real de la comida.

Del otro lado también todo puede cambiar. Un lugar puede ser buenísimo 364 días del año, te puede tocar el día de furia del cocinero. No ha dormido. La novia lo dejó. Tiene las nalgas parpadas qué sé yo. Pero no es un buen día para él y te lo transmite con comidas aproximativas. Y vos no vuelves nunca. Y escribís en la guía Oleo “pésimo” cuando otro mono dice que fue “la mejor comida de su vida”.

Esto pasa con Gabo, uno de los pocos restaurantes colombianos presente en el mercado porteño. En la guía Oleo, algunos los adoran, otros los odian. Yo fui, y la verdad que no entiendo muy bien como algunos comentarios pueden señalar “porciones chicas”. Sí, claro, si vas acompañado con tu perro, un oso y tres tíos tejanos que morfan como ogros bulímicos, podés decir que faltó comida. Para mi solo, me mató la entrada. Y el plato principal casi me dio un infarto.

A ver. No sé nada de comida colombiana. Parece bastante auténtico por el notable esfuerzo de colocar las genuinas denominaciones para cada plato e ingrediente. La presencia de los fatales plátanos, de la yuca o de los jugos de frutas importadas parece mostrar que está todo okay. De ser así, afirmo que la comida tradicional colombiana no es una cosa demasiado acorde a mis gustos personales. El jugo de guanábana, más bien un licuado, estaba muy rico.

La entrada que probé, los aborrajaos, si fuese menos salvaje, podría ser muy interesante: plátano, queso y dulce, rebozados juntos y fritos. Se deja che. El problema es que después se viene el principal. La combinación, en un solo plato (bandeja paisa), de nada menos que 4 ingredientes de tipo feculento (arroz, plátano, frijoles, …) junto a una convivencia infama compuesta de chicharrón, chorizo, carne picada y huevo frito, con una palta perdida en el medio, es una cosa realmente violenta. Un sufrimiento. Pero no soy nadie para juzgar en términos definitivos y generales una cultura gastronómica ajena.

La calidad global de los productos es pasable. Zafa. Nada más. El servicio es flojo, lento, con los mozos sentaditos en una mesa en el fondo (hablaba de mis prejuicios), pero se supo responder a las preguntas obligatorias que uno hace sobre tal o tal palabra colombiana incomprensible (más todavía para un francés con español totalmente argentinizado). Las cantidades, ya lo dije, son kilométricas. Y los precios muy, pero muy honestos. La ambientación: tibia, sin mucha onda, pero con las bases obligatorias del seudo-fashion: sillones violetas y fotos blanco y negro.

A mi me parece que no es un lugar muy Palermo Hollywood y que deberían pensar mejor el marketing. Con una comida tan brutal, deberían abrir en una zona menos piripipi, manteniendo el nivel de precios, y con una ambientación adecuada, tipo cantina rústica colombiana. Que la gente vaya para morfar y morfar, sin parar. O bien entrar en el molde Palermo y disfrazar la bestialidad de los platos reduciendo las porciones, aliviando la oferta, con más pescados, menos fritos, y armar una propuesta más bien “gastronomía colombiana restructurada”, un poco como lo hizo la comida “novo-andina”. Pero ahí, tendrán que mejorar bastante la calidad global (ambientación, servicio, cocina) del lugar. Y quizás habrá más consenso en la Guía Oleo. O no.

Gabo Colombian Restobar
Honduras 5719 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: 4778-1293
Tipo de comida: colombiana básica
Precio: accesible, se puede comer (mucho) con $40
Mi recomendación: probar. Si tienen el estómago delicado, elegir pescados para evitar las cosas demasiado pesadas.

lunes, 10 de enero de 2011

Nieto Senetiner Pinot Noir 2010 Unoaked ($36)


Un comentario sobre la llegada de este Nieto Senetiner sobre el pobre mercado de los Pinot Noir no demasiado caros.

Es muy difícil encontrar en Argentina un Pinot Noir que “pinotee”, es decir un vino que realmente consigue expresar la fantástica elegancia de este refinado varietal. Exceso de madera, carga alcohólica exagerada, vinificación estilo “fotocopia” que logra confundir lo inconfundible y hacer que un Pinot parezca casi un Cabernet… muchas bodegas hacen cualquier cosa con esta pobre cepa.

Los Pinot argentinos, diseñados para la exportación en los mercados anglosajones, casi siempre llegan demasiado pesados. El recuerdo de los vinos de Bourgogne me atormenta cuando pruebo uno de estas exageraciones.

Supuestamente los mejores especimenes deberían proceder de la Patagonia, donde – dicen – el clima blabla hace que el Pinot Noir se pueda plenamente expresar. ¿Realmente es así? He probado muchos intentos patagónicos, desde los más baratos (Malma, Saurus, Fin del Mundo, etc.) hasta los más caros (Barda), y la verdad es que me quedo con los Pinot de Mendoza.

Así que a este Nieto Senetiner lo esperaba con buena predisposición. Además viene sin madera, y esto también no está mal: prefiero mil veces un Pinot “unoaked” a un vino desfigurado.

Lamentablemente no me gustó: notable ausencia de las notas de cereza roja anunciadas en la etiqueta. Muy poco pinot, muy pesado.

Así que me quedaré con los ejemplares que sí me gustan: Salentein (demasiado alcohol pero rico), Alfredo Roca (probablemente la mejor casa para hacer un buen Pinot alrededor de $50), Génesis de Valentín Bianchi (más barato y realmente genuino Pinot en todas las cosechas que pude probar).¡Hasta Trivento, con su Tribu a menos de $20, lo hace mejor que Don Nieto!

El vino no siempre es un a cuestión de precio: el Pinot Noir de Rutini, carísimo, está por ejemplo muy flojo. Este Nieto Senetiner, bien posicionado en el mercado con un precio no demasiado exagerado, hubiera podido ganarse un lugar especial. En mi opinión, no lo logra.

martes, 4 de enero de 2011

Mauro.it, ristorantino italiano (6/10)


Pequeño restaurante ubicado a dos pasos del barrio chino, tenemos aquí un muy buen lugar para comer con verdadero espíritu italiano. Es decir comida simple y buenos productos.

Esto es la fuerza de la gastronomía ofrecida por este simpático pueblo: los italianos te cocinan un gran plato sin soberbia, sin técnicas complicadísimas. El producto y punto. Y te toca directo el alma. Italia tiene una de las más bellas tradiciones culinarias del mundo. Mucho más variada de lo que uno podría pensar. Más allá de la pasta, los italianos son los maestros del mar y de sus maravillas, son expertos para acomodar las carnes, excelentes panaderos, impecables productores de quesos… Del norte al sur de Italia, todo cambia, la comida se carga de matices maravillosos.

Es una gastronomía múltiple, genial en su sencillez, majestuosa en su manejo de la materia prima, fantástica.

Obviamente el pobre Mauro, italiano expatriado, no podrá él solo expresar todo lo que puede entregar la cucina italiana en su pequeño restaurante. Pero logra cosas interesantes. La mozzarella por ejemplo. Las pastas justas. El tiramisú bien rico.

El lugar tiene la inteligencia de proponer una carta limitada, que trata de seguir las estaciones, de buscar los buenos productos. Se hace lo que se sabe hacer y nada más, y se entiende perfectamente que no se puede tener calidad con una carta-catálogo con todo y cualquier cosa. Burrata, pasta, lasaña, y ya está.

Por supuesto se les viene encima el mismo Mauro a pelear con ustedes para que elijan lo que está rico (o lo que él quiere vender). Algunos clientes lo verán un poco pesado, a mi no me molestó. Eso sí mejor saber que se trata de un dueño presente, con su anécdotas, con su blabla encantador, con sus licorcitos caseros regalados al final de la cena. Es decir que para una cenita romántica no es lo mejor pero bueno, hay otras oportunidades para disfrutar del lugar.

Carta de vinos sin mucha imaginación pero coherente: ¡tienen la Sangiovese de Escorihuela Gascón, por supuesto!

No entiendo porque no hacen la pasta casera: usan una muy rica pasta seca importada de Italia. Se lo preguntaré a Mauro la próxima vez.

Bueno el café.

¿Hay que ir? Absolutamente. La cocina italiana es una componente clave de la gastronomía argentina. Pero no es tan fácil encontrar un buen restaurante italiano en Buenos Aires, que sea a la vez algo auténtico y barato. Comparado con lugares dudosos y caros como  La Parolaccia, Mauro.it es una elección justa.

Sin embargo sigo buscando un restaurante italiano que se dedique a otra cosa que las pastas o las pizzas…


Mauro.it, ristorantino italiano
11 de septiembre 2490 – Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: 4896-4404
Tipo de comida: italiana básica muy bien hecha
Precio: accesible (unos $60 por persona para comer completito con bebida)
Mi recomendación: averiguar si Mauro va a estar. ¡Según la oportunidad, les gustará que este o que no este!

lunes, 3 de enero de 2011

Elsinor: la pasta que comió Paul Mc Cartney (pobre Beatle) (1/10)


Me gustaría escribir notas más positivas pero últimamente todos los restaurantes “clásicos” y famosos me decepcionan.

Fui a probar Elsinor, un lugar muy conocido de la zona norte, sobre Libertador. El resto goza de una muy buena reputación, por ejemplo en la extraña guía Oleo. Y la verdad que fui para comer bien…

Me doy cuenta que, en realidad, son los lugares así con trayectoria (relativa pero bueno Elsinor existe desde el 2000) que ya no están a la altura de lo que está pasando en la Argentina de hoy. Lo que se podía considerar como “bueno” hace 5-10 años ya no impacta. Hoy están abriendo muchos restaurantes que sobrepasan totalmente a estas ya viejas referencias.

Elsinor no puede con el mercado actual. No puede con su decoración banal y fría, no puede con su carta seudo-gourmet, no puede con su carta de vinos limitada a las etiquetas que ya todos conocen.

No puede a pesar de su lindo jardín y de sus mozos simpáticos, aunque un poco exagerados cuando se trata de vender lo que sea al pobre comensal (te presionan bastante en cada momento para extender el consumo, cosa que no molestaría si la mercadería ofrecida estuviese rica).

Pero yo no podría descalificar un lugar solamente porque está pasado de moda, o porque le falta imaginación en la cocina y en la ambientación. Si la comida está buena, el lugar está bueno. Es la base.

Lo que pasa es que Elsinor es una burla en cuanto a la calidad de los platos. Ojo de bife cansadísimo que llega a ser duro a pesar del punto de cocción sangrante. Chutney de tomate mentiroso, que es puré de tomate con vinagre.

Pero lo peor: la famosa pasta que pidió Paul Mc Cartney cuando vino a perderse en este lugar, dios sabrá porque… Unos ravioles de queso de cabra (5 en total), servidos crudos, con una salsa dudosa, y muy extrañamente decorados con maní, jamón crudo, aceitunas… Un asco sincero y total.

El naufragio se confirmó con la llegada de los postres: panacotta de lima sin gusto, servida en un ridículo plato largísimo, marquise de chocolate gelatinosa con la peor salsa que he visto en mi vida. Horrible. Textura de moco.

¿El precio? Carísimo. ¿Hay que ir? ¡No nunca!

Elsinor
Av. Del Libertador 13735, Martínez
Tel: Ni lo dejo, que los masoquistas lo busquen
Tipo de comida: fea
Precio: $275 para dos me da vergüenza
Mi recomendación: si caen ahí, el jardín está lindo. Aprovecharlo si no está cerrado…